¿De dónde viene la tradición de pedir un deseo en Año Nuevo?
Cada diciembre todos nos volvemos un poco magos. Algunos susurran su deseo cuando el reloj marca la medianoche, otros lo escriben en un papel y lo queman, y muchos simplemente piensan: “que todo salga bien”.
Distintos países, distintas épocas -pero el ritual es el mismo-: en la noche de Año Nuevo hay que pedir un deseo. Es casi una parte obligatoria de la fiesta, tan clásica como las mandarinas, el árbol y la copa de champán.
¿Por qué precisamente el Año Nuevo es el momento en que millones de personas miran al futuro y dicen: "que se cumpla"? ¿De dónde viene esa costumbre de pedir suerte, tener esperanza y prometerse cambios? ¿Y por qué, pese a toda nuestra racionalidad y progreso, seguimos creyendo en el poder de un deseo pronunciado justo a medianoche?
Todo comenzó con Babilonia

Según los historiadores, los primeros que "pidieron deseos" no fueron románticos, sino los antiguos babilonios. Aunque, en realidad, no eran deseos, sino votos. Hace más de cuatro mil años celebraban el Año Nuevo en primavera durante el festival de Akitu. Durante diez días la gente agradecía a los dioses y les hacía promesas: devolver las deudas, ser trabajadora, actuar con honestidad. Se creía que quienes cumplían su palabra recibirían el favor divino. Así nació la idea de "comenzar con una hoja en blanco" y pedir un buen año.
Más tarde, los romanos adoptaron esta costumbre. En el año 46 a.C., Julio César estableció el 1 de enero como inicio del año y lo dedicó al dios Jano, protector de las puertas, los pasos y los nuevos comienzos. Jano tenía dos rostros: uno miraba al pasado y el otro al futuro. Los romanos le ofrecían dones y hacían promesas para el año siguiente, pidiéndole ayuda para cumplirlas. Así nació el antecedente de nuestros modernos "propósitos de Año Nuevo": adelgazar, empezar a correr, aprender un idioma, mudarse, cambiar de vida.
En la Edad Media, los cristianos reinterpretaron los rituales paganos. En los monasterios existía la tradición de las "noches de reflexión": en vísperas del Año Nuevo los monjes repasaban sus acciones y decidían qué mejorar en el futuro. En el siglo XVII, los puritanos ingleses hacían lo mismo -promesas espirituales- para comenzar el año limpios no solo de cuerpo, sino también de conciencia. Con el tiempo la práctica salió de los muros religiosos y se convirtió en un acto personal de renovación: la oportunidad de empezar de nuevo sin necesidad de confesión ni penitencia.
Con los siglos, la humanidad se cansó de la severidad de los votos y del temor al castigo por no cumplirlos. El ritual evolucionó: las promesas a los dioses se transformaron en promesas a uno mismo ("¡Este año sí bajaré de peso!") y después, simplemente, en deseos: "ojalá este año me traiga…". No todas las culturas conocen el concepto de voto, pero casi todas tienen un sueño, una esperanza de un futuro mejor y algún pequeño gesto simbólico para atraerlo.
Cómo se piden deseos en diferentes países

Lo curioso es que la idea de "fijar un sueño" o atraer la buena suerte en Año Nuevo existe casi en todas las culturas, aunque cada una tiene su propio modo de hacerlo.
En España, a medianoche se comen doce uvas -una por cada campanada-. La regla es no equivocarse ni quedarse atrás, o el año se considerará "incompleto". Esta costumbre nació a principios del siglo XX en Madrid y se extendió rápidamente por todo el país: cada uva representa la buena fortuna de un mes del nuevo año.
En Japón, en la noche de Año Nuevo, los templos budistas hacen sonar sus campanas 108 veces. Este número simboliza los vicios y deseos humanos de los que uno debe purificarse. Con cada toque, los japoneses se despiden mentalmente del pasado y formulan un nuevo deseo, en un acto silencioso y profundamente consciente de renovación espiritual.
En Brasil, para pedir un deseo la gente se reúne en la orilla del mar y salta siete olas. Cada ola simboliza un paso hacia la suerte y la bendición de la diosa del mar Iemanjá. Después arrojan flores y pequeñas ofrendas al agua, agradecen al océano y piden prosperidad. La ropa blanca, el sonido del Atlántico, la luna y miles de personas caminando hacia el mar crean un espectáculo fascinante en el que se mezclan fe, alegría y carnaval.
En Escocia existe una antigua tradición llamada first footing: el primer visitante que cruza el umbral después de la medianoche debe llevar carbón, pan o whisky, para que el hogar sea cálido, abundante y alegre. Se cree que de ese "primer paso" depende la suerte de todo el año.
Y en Rusia, el deseo de año nuevo se pide con un drama especial. Escriben un sueño en un pedazo de papel, prenden fuego, arrojan cenizas al champán y beben hasta el final del último golpe de las campanadas. Dicen que si tienes tiempo, el deseo se hará realidad.
En Bulgaria, es necesario besar a un ser querido o una persona sentada al lado para que se cumpla el deseo, y en la India es suficiente para lanzar una cometa, pensando en lo oculto. En Resumen, todos tienen sus propias tradiciones, ¡y cada uno a su manera es increíble!
Aprendiendo por tema
Por qué funciona: un poco de ciencia

Los psicólogos explican que los rituales ayudan al ser humano a sentir control frente a la incertidumbre. Cuando realizamos una acción con un significado simbólico -escribir, quemar, pronunciar- el cerebro la interpreta como el inicio de un nuevo proceso. No es solo un juego, sino una forma de marcar una dirección.
Estudios de la Harvard Business School demostraron que el simple hecho de describir un objetivo deseado aumenta las probabilidades de lograrlo, porque activa las zonas cerebrales relacionadas con la planificación. Y experimentos de la Universidad de Stanford, con más de mil participantes, confirmaron que los llamados "hitos temporales" -como los lunes, los cumpleaños o el Año Nuevo- aumentan la motivación y hacen que las metas parezcan más alcanzables. Nuestro cerebro realmente ama los "nuevos comienzos": nos dan la sensación de que podemos reescribir la vida.
Por eso, en el deseo de Año Nuevo hay no solo un toque de magia, sino también un fundamento científico. Cuando decimos "el próximo año será mejor", el cerebro no lo percibe como una fantasía, sino como una instrucción. En ese momento nos programamos para el cambio -y tal vez por eso los deseos pedidos al sonar las campanadas de medianoche tienen más posibilidades de hacerse realidad.
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